Mauricio Aquino

Mauricio Aquino

Un día, cuando mi padre era un niño, regresó a casa después de jugar en la calle y no tenía sus zapatos. Mi abuela al verlo descalzo le preguntó, “¿adónde están tus zapatos nuevos!?”Mi padre respondió sin vacilar: “Se los dí a un niño que no tenía zapatos”. Mi padre, Mauricio Aquino Chacón, o como yo lo llamo, “Papi Mauricio”, solamente tenía 6 años cuando este incidente ocurrió en el vecindario adonde vivía en San Salvador. La generosidad ya estaba definiendo su carácter.

El miércoles de la Semana Santa, 15 de abril de 1981, miembros uniformados y fuertemente armados de la Policía de Hacienda, una de las fuerzas de seguridad del Ejército salvadoreño, irrumpieron en nuestra casa antes de la medianoche y secuestraron a mi padre delante de los ojos de mi angustiada madre. El país estaba bajo estado de sitio. Un camión militar y un camión sin placas con más de veinte soldados rodearon cada punto de nuestra casa localizada en la Finca La Gloria, propiedad de mi familia, en el área de Tanques de Holanda de San Salvador. Le dijeron a mi madre que mi padre iba a ser llevado para investigación. El Ministro de Defensa, General Guillermo García, confirmó el arresto a mi tío abuelo, quien era coronel militar retirado. Pero a la mañana siguiente, el jefe de la Policía de Hacienda, Col. Francisco Morán, negó que mi padre había sido detenido. Yo sólo tenía 18 meses de edad. Jamás volví a ver a mi padre.

Mi padre fue detenido y, literalmente, “desapareció” de su familia, amigos y la comunidad sin ningún cargo formal o adjudicación. Al igual que otros 10,000 salvadoreños, mi padre fue víctima de desaparición forzada a manos de los militares salvadoreños durante la guerra civil. Hasta el día de hoy, su estado permanece como “Desaparecido.”

Mauricio Aquino Chacón se crió en una familia de clase media. Entre su clase y su comunidad, cuestiones de justicia social, pobreza, y violaciones de los derechos humanos no eran una preocupación. El era un ejecutivo de una empresa multinacional y mi padre podría haberse hecho de la vista gorda a las condiciones de los pobres en El Salvador. Pero cuando los cuerpos torturados de trabajadores sindicalistas, estudiantes y campesinos comenzaron a aparecer en los espacios públicos de los barrios de la clase trabajadora y en los pueblos rurales, mi padre decidió ayudar a los sin voz. Regalar sus zapatos cuando niño fue el primer paso que dió a lo largo de su trayectoria como activista por la justicia social en El Salvador. Como hombre jóven, se unió a la lucha por un país democrático que aspira a tener un gobierno que levante a su pueblo de la pobreza y asegure justicia para todos.

Me siento orgullosa de ser la hija de Mauricio Aquino Chacón. Durante mucho tiempo he soñado con encontrarle en el cielo y finalmente preguntarle: “¿Qué te inspiró?”” ¿Que tal te parezco?”” ¿Te sientes orgulloso de mí?”

Pero en esta vida, mi sueño es dar a mi padre la sepultura sagrada que se merece.

Quiero saber. Exijo saber: ¿adónde está mi padre? ¿adónde están los huesos de mi padre?

La Fundación Mauricio Aquino honra su nombre, su vida y su legado de generosidad.

Alexandra Aquino-Fike
Co-Fundadora